viernes, 16 de noviembre de 2007

LA GUERRA DE ARAUCO


Cuando los conquistadores, dirigidos por Pedro de Valdivia, llegaron a la región del BíoBío tenían un vago concepto sobre la belicosidad de los indígenas, pero debido a sus experiencias en México y Perú esperaban un pronto y fácil sometimiento por las armas de estos pueblos a la corona y su posterior evangelización.
Sin embargo, no fue así; los conquistadores se enfrentaron a los mapuches, quienes plantearon una dura oposición, a la que más tarde se asociarían los Huilliches, Picunches y Cuncos, colocando en los más duros aprietos la colonización. Los mapuches ya habían enfrentado unos 80 años antes a los incas comandados por Túpac Yupanqui en la zona del río Itata y los habían derrotado en la llamada Batalla de las Lunas.
Según varios cronistas españoles, y la posterior tradición popular chilena, los mapuches ("gente de la tierra" en idioma mapudungún) no se amedrentaban, luchaban aun en la noche, altamente organizados, aprendían rápido como enfrentar a los españoles, y eran un pueblo cohesionado en su espíritu guerrero. Consideraron que el comportamiento del conquistador podía llegar a ser despiadado, ambicioso y cruel con sus enemigos, y que podría mirar al indígena como un ser inferior, invadiendo sus ancestrales tierras y ocupándolos en labores agrarias y pesadas, contraponiendo sus intentos de evangelización a tradiciones. Estos conceptos se resaltan en la obra epica "La Araucana", escrita a principios de la colonia por Alonso de Ercilla.
Estas razones ocasionaron una reñida guerra de guerrillas, sin mostrar un vencedor evidente, pues tan feroz fue la resistencia mapuche que los conquistadores se vieron obligados varias veces a despoblar y a retirarse de las zonas territoriales indígenas.
Hubo más de un momento en que la colonización de Chile estuvo a punto de detenerse.
La Guerra de Arauco fue un quebradero de cabezas para los reyes Carlos V, Felipe II, Felipe III, Felipe IV y el Virreinato del Perú, por su irresuelta situación constante en el tiempo, su alto costo pecuniario y de vidas.
Hubo muchos combates en que alternativamente la victoria se pasaba de bando en bando. Asimismo hubo intentos de paz y períodos de paz aparentes seguidos de largos períodos de estado de guerra. Los españoles se convencieron finalmente de que cualquier intento de paz era inútil y que sólo obtendría la victoria por la fuerza.


Las pestes tales como el tifus, la viruela y otras enfermedades, afectaron gravemente a los indígenas, entorpeciendo su participación en la guerra. La guerra se fue desgastando en el último tercio debido al mestizaje entre los ibéricos y mapuches, ya que el indígena se suponía que tenía predilección por las mujeres españolas y los conquistadores españoles no tenían muchas mujeres consigo. En el fondo, los hombres de ambos bandos secuestraban a las mujeres del enemigo. Por eso es que es difícil hallar una "raza" pura o predominante en Chile.

Suele indicarse como fecha de inicio de este conflicto la Batalla de Reinohuelén, librada en 1536 entre parte de la expedición de Diego de Almagro y un cuerpo numeroso y bien organizado de soldados, en la confluencia de los ríos río Ñuble e Itata, pero históricamente se asume que se inició con Pedro de Valdivia en 1544 con la Batalla de Quilacura.
Su término es, sin embargo, más difuso. Si bien a partir de 1609 cada gobernador de Chile celebraba "Parlamentos" con los caciques mapuches, en los cuales se discutía la mantención de la tregua entre ambas partes, los enfrentamientos fueron numerosos y no terminaron completamente hasta 1881, con el proceso conocido como Pacificación de la Araucanía.
En 1544, Pedro de Valdivia envió al capitán Juan Bautista Pastene a reconocer el litoral sur en los buques San Pedro y Santiaguillo. Zarpó desde Valparaíso y tocó tierra en la bahía de San Pedro, en Concepción, y en Valdivia, tierra bautizada en honor del capitán general. Luego volvió a Valparaíso.
Con ciudad de Santiago, que había sido destruida el 11 de septiembre de 1541 por el cacique Michimalonco, y también para aumentar el territorio de su jurisdicción, Valdivia resolvió comandar personalmente una expedición terrestre hacia Arauco. Ésta partió en 1546 con 60 jinetes más indios auxiliares, y alcanzó el río Biobío, donde fue atacado por mapuches. Viendo que le sería imposible continuar con tan escasas fuerzas por un terreno tan hostil, Valdivia decidió replegarse, sin embargo, la guerra continuó, producto de que Valdivia instalaba ciudades en territorio araucano con el objetivo de someterlos. Finalmente Lautaro decidió asesinar a Valdivia, y en la el objeto de dar seguridad a la Batalla de Tucapel, el gobernador fue arrestado y muerto por los indígenas.
El ataque español rompió la primera línea mapuche, pero la acción de la tercera agrupación mantuvo la posición de los indios. Luego, las alas de esas agrupaciones atacaron los flancos de los conquistadores, y la cuarta agrupación los atacó por la espalda. Luego de varias horas de combate, sólo una pequeña parte de los españoles logró retirarse. En este combate Villagra estuvo muy cerca de ser capturado.

A pesar de esta nueva victoria, Lautaro no pudo aprovechar su ventaja una vez más debido a las celebraciones y creencias de su pueblo. Cuando finalmente pudo llegar a Concepción, esta ya había sido abandonada. Luego de quemarla, no pudo seguir atacando los fuertes restantes, pues la campaña se dio por terminada y los guerreros se desmovilizaron.
En Santiago, Villagra reorganizó sus fuerzas, y ese mismo año, 1554, marchó nuevamente a Arauco y reforzó los fuertes de Imperial y Valdivia, sin ser molestado por los mapuches, que hacían frente a su primera epidemia de viruela, traída por los españoles. En 1555, la Real Audiencia de Lima dispuso que se reconstruyera Concepción, lo cual se hizo bajo el mando del capitán Alvarado.
Lautaro atacó Concepción al saber que estaba siendo reconstruida, en diciembre de 1555, con 4.000 guerreros. Puso sitio a la ciudad, el cual fue tratado de romper por Alvarado, sin éxito. Sólo 38 españoles escaparon por mar de la nueva destrucción de la ciudad.
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Luego de las acciones en el Biobío, Lautaro planeó una ofensiva contra Santiago, la cual contó con escaso apoyo entre sus pares, aunque igual logró reunir alrededor de 600 hombres. En octubre de 1556 alcanzó en su marcha hacia el norte el río Mataquito, donde destruyó un campamento fortificado, en Peteroa. Desde ese lugar realizó reconocimientos hacia Santiago.
En Peteroa rechazó a pequeñas fuerzas españolas que lo atacaron, primero al mando de Diego Cano y luego del mismo Francisco de Villagra. Lautaro entonces se retiró hacia el río Itata, hasta donde fue seguido en 1557, aunque en una hábil maniobra estratégica, En vez de enfrentar a los españoles, los dejó pasar y luego marchó a Santiago nuevamente.
Pese al secreto con que los mapuches marchaban, el cabildo de Santiago supo de su avance y envió una pequeña expedición a detenerlo, mientras se avisaba a Villagra que regresara a la ciudad. Las fuerzas españolas se reunieron y, presumiblemente por la traición de un mapuche, tuvieron conocimiento del dispositivo del campamento de Lautaro. El 29 de abril los conquistadores atacaron por sorpresa en su campamento en Mataquito desde los cerros de Caune, obteniendo una decisiva victoria, ya que Lautaro fue asesinado en ese combate.


Las hostilidades volvieron junto con la llegada del reemplazante de García Hurtado de Mendoza, Francisco de Villagra. Puntualmente se gatillaron con el asesinato del encomendero Pedro de Avendaño y otros tres españoles en julio de 1561, a quienes los indígenas odiaban por sus malos tratos y su cruel rechazo hacia los mapuches. Apenas se difundió la noticia por las huestes mapuches iniciaron un nuevo levantamiento general de mayor fuerza que los anteriores


En 1564, Pedro de Villagra, primo del fallecido Francisco de Villagra fue nombrado gobernador interino. Ya con experiencia en la guerra se abocó a ganar tiempo con los indígenas tratando de hacer las paces, aunque presentía una tensa situación. Por tanto tomó medidas para resguardar los emplazamientos ya realizados. Conocía que uno de los objetivos indígenas era sitiar Concepción y se hicieron los preparativos para soportar un largo sitio.
Justamente como lo presentía Villagra, los mapuches construyeron un pucará en Lebotacala a algunos kilómetros de Concepción. Luego de un breve combate logró desbaratarlo, pero fue informado de una concentración de 3.000 indios comarcanos al mando de un cacique de nombre Loble que estaba casi a las puertas de Concepción, el cual ya había vencido a las tropas del capitán Francisco de Vaca. Además, el cacique Millalelmo atacó y venció las tropas de otro capitán español, Juan Pérez de Zurita, en una ciénaga a dos leguas de Concepción.
Ambos combates habían mermado considerablemente la guarnición de Concepción. Los sobrevivientes que llegaron a Santiago no pudieron hacer que el Cabildo fuera en auxilio para romper el cerco que se tendía en Concepción. Por su parte, envalentonados por las victorias obtenidas, algunas tropas mapuches resolvieron destruir Angol antes de marchar a Concepción.

Felipe II, rey de España, tenía un panorama muy complicado de lo que ocurría en Chile. Sus opiniones se basaban principalmente en lo que reportó García Hurtado de Mendoza, quien conceptuaba a los antiguos conquistadores como ineptos y sin prestigio. Por otro lado la guerra contra los naturales ya se había prolongado demasiado tiempo a un costo muy alto en vidas ibéricas. Por tanto creó la Real Audiencia que no era otra cosa que una junta de testigos directos con cargo de gobernadores para Chile y que tenían como misión reportar al rey la situación real de lo que ocurría en Chile.
Los oidores llegaron en agosto de 1567, instalandose en Concepción y no en Santiago como se esperaba. Estas autoridades venían acompañadas de Alonso de Reinoso quien resultó muerto cuando llegaba a Concepción al hundirse su nave, escolta de la de los oidores.

Esperaban que Bravo de Saravia, su presidente, se les reuniese pronto y enajenaron de su cargo sin mayores consideraciones a Rodrigo de Quiroga quien ejercía como gobernador interino.
Al igual que García Hurtado de Mendoza, los Oidores quisieron establecer relaciones de paz con los naturales rebeldes pero los capitanes Juan Godinez, Alonso Ortiz y Bernal del Mercado les hicieron darse cuenta de la gran dificultad que esto implicaba, ya que los síntomas de una nueva rebelión se habían hecho notar y quedaron en prepararse para entrar en acciones ofensivas.
En efecto, los indígenas habían construido un pucará en un cerro cercano a Cañete y estaban reuniendo tropas para la guerra.
Bernal de Mercado, el capitán vencedor de Angol, sitió dicho fortín iniciando las acciones y destruyendo el emplazamiento no sin antes tener algunas pérdidas, pero los rebeldes pudo escapar merced de la difícil topografía del terreno.
En este punto los Oidores cometieron desatinos increíbles: despojaron del mando al general Martín Ruíz de Gamboa y al capitán Bernal del Mercado, despojando de toda iniciativa al suplente capitán Avendaño.
Empezando 1569, Melchor Bravo de Saravia, llegó del Perú y puso un poco de orden en la confusión producida por sus subordinados. Designó nuevamente a Martin Ruíz de Gamboa como general, a Bernal como maestre de campo y a Avendaño como capitán.Al igual que sus predecesores había pensado en hacer la paz pero rápidamente se dio cuenta de lo inútil debido a que las actividades belicosas de los indígenas ya impedían trabajar en las minas, además se impuso de que los mapuches conducidos por Millalelmo y Longonabal nuevamente habían construido un pucará admirablemente situado en el cerro de Catiray en el valle de Lincoya

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